22 de julio de 2014

¡¡Y la plaza se vino abajo!!

La tragedia taurina de Villalegre 
Grabados tauromaquia. Toreros. Dibujos Serrabona. Todocolección.

Una plaza de toros portátil se vino abajo en 1955, causando tres muertos y decenas de heridos
Toreros con sus cuadrillas salen a la plaza que se derrumbaría durante la lidia del día 15 de agosto de 1955. Foto de la exposición “Villalegre una historia un pueblo” (2007). El Comercio.

El Comercio.
En Avilés y comarca nunca ha existido gran afición por las corridas de toros. Más allá de ciertos espectáculos taurinos celebrados cada cierto tiempo desde hace siglos, lo cierto es que esta tradición nunca ha terminado de arraigar ni en Avilés ni en los municipios de alrededor, al revés que en Gijón y en menor medida Oviedo. Sin embargo en un periodo reciente, al albor de la construcción de Ensidesa y con la llegada de miles de emigrantes venidos de otras zonas del país donde esta tradición era más popular, pareció en algún momento que los espectáculos taurinos acabarían formando parte del panorama festivo de la ciudad y alrededores. En julio de 1953 Ensidesa, había organizado una corrida en las inmediaciones del lugar que hoy ocupa el Centro Niemeyer que fue un auténtico éxito. A partir de entonces y durante algunos años la instalación de plazas portátiles para la celebración de diversos espectáculos taurinos, generalmente novilladas, se convirtió en algo recurrente durante los días de fiestas, aunque con la misma rapidez que alcanzaron un relativo auge, llegaría también su práctica desaparición en la década de los setenta.
Recorte recordando el trágico suceso en Villalegre (Avilés). Fuente: Taurina Gijona. 
Una de aquellas primeras experiencias taurinas durante aquel periodo tuvo lugar en Villalegre, en el año 1955, cuando un empresario organizó una novillada para los días 14 y 15 de agosto. Aquello resultaba ser una auténtica novedad ya que nunca antes se había visto nada parecido en aquel lugar repleto aún de casas indianas, y que hasta hace no mucho había sido conocido como la 'Pequeña Habana', aunque en proceso cambiante en ese momento, tanto desde el punto de vista urbanístico como sociológico, debido a la emigración impulsada por la industria siderúrgica. La plaza de toros se instaló en el entonces conocido "prao de Caleya" donde actualmente se levantan unos edificios, a la altura de los dos pequeños puentes del río Arlós que unen Villalegre con Las Vegas de Corvera. Junta a ella se habían situado las barracas de la romería, ya que esos días se celebraban fiestas en el lugar. La novedad se tiñó de luto el 15 de agosto, durante la lidia del segundo novillo cuando dos tercios de la plaza portátil se vinieron abajo de repente.
Cartel del espectáculo taurino de 1945. Fuente: Taurina Gijona. 
La gente que estaba en la feria acudió a la plaza para socorrer a los heridos que se contaban por decenas, al tiempo que la multitud se percataba que el novillo había salido de la plaza recién derrumbada, dirigiéndose despavorida, al grito de «que viene toro», en dirección al Casino de Villalegre y otros lugares donde poder refugiarse. El novillo había saltado las tablas y se había introducido en unos maizales que estaban en dirección a Molleda. Fue allí, entre los maizales, donde se dio muerte al toro, si bien aún hoy circulan distintas teorías sobre quién acabó con el animal. Una de ellas dice que fue la guardia civil la que lo mató a tiros. Otra relata que fueron los hijos de un carnicero de Villalegre quienes dieron una muerte rápida al novillo. Sin embargo la teoría más plausible dice que fueron seis mozos quienes lo redujeron a garrotazos y finalmente lo degollaron. Aún así la gente, asustada, siguió gritando «que viene el toro» durante bastantes minutos, pero el toro ya estaba muerto.
Las cuadrillas iniciando el paseíllo. Fuente: Taurina Gijona. 
Mientras todo esto ocurría también muchas personas, ayudando a las fuerzas de seguridad, habían estado librando a los heridos de entre las tablas y trasladándoles en automóviles y camiones cuyos dueños ofrecieron de modo humanitario. Según contaba LA VOZ al día siguiente del suceso «rápidamente también se reforzaron los servicios médicos en el Hospital, Cruz Roja de Avilés y clínicas particulares de Villalegre y de varias empresas constructoras para la admisión y cura de heridos». El balance de estos era abrumador: 55 en total (sin contar otros muchos heridos leves que decidieron curarse en sus propios domicilios), estando 5 de ellos en estado crítico. Además hubo 3 muertos. Uno de ellos murió aplastado al instante de venirse abajo la plaza. Otro, en el traslado al hospital. El tercero murió casi un año después a consecuencia de las heridas sufridas en el derrumbe. Posteriormente los peritos determinaron que fue la masiva afluencia de público, especialmente la gente que desde fuera se colgaba de las tablas para ver la corrida sin pagar, la que hizo que la instalación cediera. 
Colas Arenas (niño del Cobre), realizando la faena. con el capote. Fuente: Taurina Gijona. 
Sin embargo es significativo cómo los periódicos de la época, ya que la noticia tuvo alcance nacional en periódicos como el ABC o La Vanguardia, señalaron que la capacidad de la plaza era de 2.000 personas y sin embargo en el momento de la tragedia sólo había 1.000. Por otra parte, gente que sin pagar intentara ver el espectáculo taurino, colgándose de las tablas, era algo que se pudo ver en otras plazas portátiles que se instalaron posteriormente en lugares como La Curtidora, Las Explanadas en San Juan o en el mismo Avilés, con llenos totales, sin que tragedia alguna volviera a suceder nunca más. De cualquier forma, casi sesenta años después, aún hoy la gente que vivió aquel día en Villalegre lo recuerda como un día trágico que no acabaría con la 'moda' de las plazas portátiles. Una 'moda' que, sin embargo acabaría unos años después debido a que los toros nunca llegaron a crear una verdadera afición entre los avilesinos.
Plaza de toros, la suerte de matar. Fuente: Taurina Gijona.  
FUENTE: EL COMERCIO. Publicado por El Comercio el 28-06-2014. Ver enlace.
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AUTORES.

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1 comentario:

  1. Lo único que puedo decir es: ¡Pobre toro!, que sin duda saltó la barrera por huir del horror al que lo estaban sometiendo... Este relato me trae a la memoria la primera y última vez que yo asistí a una novillada en la recién estrenada plaza de toros de León. El padre de una niña amiga mía nos había llevado a las dos a ver aquella corrida de la que salí tan espantada por la cruel salvajada que tuve que presenciar, que jamás en toda mi vida volví a pisar lugar semejante...ni tan siquiera ver el espectáculo en la televisión. Aquellos jovencísimos torillos saltaron varias veces la barrera en su desesperación por querer huir de aquello a que los obligaban, sacándolos una y otra vez a la arena donde no los dejaban ni terminar de morir en paz, pues jamás se me ha olvidado cuando alguno de ellos ya dobladas sus patas...caído en el suelo, le metían el estoque hasta el fondo, agitándoselo dentro hasta obligarlo a volver una y otra vez a levantarse... Yo no tenía más de doce años, y fue para mí tan horroroso el triste espectáculo que tuve que presenciar que, si yo hubiera tenido algún día poder para ello hubiera prohibido las corridas de toros sin lugar a polémicas ni discrepancias... Después de aquello ya no pudo impactarme que algún torero cayese herido, incluso muerto por ser corneado por un toro pues, siempre he pensado, y también he dicho en voz alta, que el torero sabe a donde va y lo hace porque quiere, pero al toro lo llevan siempre a morir sin saber a dónde va. Y me parece justo que se defienda de la crueldad con que es tratado por unos seres humanos que no tienen corazón.

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